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Ejercicios
espirituales a golpe de tacón
Juan Vergillos | Actualizado
26.06.2009 - 05:00
Baile:
Noelia Sabarea. Cante: Kiko de Alcalá, Antonio Peralta. Lugar: Peña Torres
Macarena. Fecha: Miércoles, 24 de junio. Aforo: Lleno.
El miércoles terminó, con su tercera entrega de la temporada, el festival Larachí
Flamenca de nuevos valores. Esto, en sí mismo, ya es noticia, porque el
festival es una iniciativa privada. Aunque cuenta con exiguos recursos
públicos, representa todo un ideal cultural: las instituciones públicas al
servicio de la sociedad civil, y no al contrario, como hoy resulta habitual;
además de contar, por supuesto, con la conocida hospitalidad de la Peña Torres
Macarena.
Larachí lleva nueve años sorprendiéndonos con nuevos valores jondos que
más tarde proyectan su personalidad en el mundo del flamenco. Ayer le tocó el
turno a Noelia Sabarea. Esta algecireña apenas se prodiga fuera de su ciudad
natal, en donde regenta una academia. Y, después de lo visto anoche, podemos
decir que es una auténtica pena. Sabarea posee un estilo afilado, nervioso, muy
técnico, lo que le permite subdividir una y otra vez el compás. Abrió su
recital con una soleá por bulería plena de ritmo telúrico. Un baile tenso y
viril en el que Sabarea esparce gotas de sutil feminidad. El contrapunto al
traje masculino de su primera comparecencia lo supuso su segunda irrupción en
la escena: alegrías con bata de cola blanca y mantón. Sabarea dio una lección
de los elementos característicos de este baile: punteado, sutileza, liviandad,
sin renunciar a sus pies poderosos y a un sentido del ritmo de vértigo, que le
facilitó introducir elementos cómicos en su danza. Su dominio de la escena es
total, como su entrega. Todo ello sin micrófonos y con la intimidad y el
recogimiento de una función religiosa que es lo que son, hoy por hoy, las peñas
flamencas: refugios espirituales.
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